
Ojinaga Psikoterapia
¿La incertidumbre y tus pensamientos negativos repetitivos te están produciendo ansiedad?
Si esta pregunta te hace asentir en silencio, probablemente ya has intentado introducir pensamientos positivos, evitar las situaciones que te alteran, distraerte con cualquier cosa… Pero el alivio dura lo que dura. Esa sensación de inquietud persiste, y parece que nadie más entiende por completo cómo te sientes. Pues bien, ¡has llegado al lugar correcto!
Arranquemos con una verdad incómoda, la incertidumbre nunca desaparece. Siempre habrá cosas que no sabrás, decisiones que no podrás controlar por completo y variables impredecibles que escaparán a tu comprensión. La vida es un océano de posibilidades, demasiado vasto y complejo para que un cerebro humano pueda abarcarlo todo. Pretender tenerlo "todo bajo control" no solo es irreal, sino agotador. Sin embargo, recuerda que, por mucho que escuches un eco mental insistente que te dice lo contrario, no necesitas controlarlo todo para sobrevivir ni prosperar. Más bien, debes aprender a navegar las aguas de la incertidumbre como un hábil navegante. Aunque tu barco sea pequeño, si aprendes a usar las corrientes, los vientos y los elementos a tu favor, puedes recorrer el mundo entero. Pero cuando el mar se agita y el horizonte parece desdibujarse, si pierdes la calma y las referencias, entra en juego algo que solemos temer, la ansiedad.
¿Te suena familiar esta escena?
Son las 2 AM. La oscuridad de la habitación se vuelve asfixiante, pero no es el calor, la inquietud proviene del interior de tu cráneo. "¿Y si pierdo el trabajo y nadie me contrata jamás?", "¿Y si mi pareja descubre lo roto que estoy por dentro y me deja?", "¿Y si fracaso y todo el mundo finalmente ve lo que yo ya sé, que soy un inutil?". Las preguntas no son pensamientos, son plastazos y tu cuerpo, las acompaña. El corazón palpita como si quisiera escapar de tu pecho, las palmas transpiran angustia, la mente entra en un bucle infinito de "y si...". En algún rincón lógico de tu cabeza sabes que esto no tiene sentido. Pero esta certeza se esfuma en pocos segundos. Gritas "¡vale ya, calmate!" en silencio, como si pretendieras negociar con tu angustia. Te levantas, devoras lo primero que pillas en la nevera, deambulas por el pasillo, coges el movil e intentas hipnotizarte con vídeos absurdos… hasta que el cansancio te arrastra de vuelta a la cama. Y entonces, en la quietud, se asoman de nuevo. No son ideas que se desvanecen, son toxinas que se infiltran en ti y te repiten: 'Esta es tu realidad, el laberinto de pensamientos sin salida'. Esto no es solo "una mala noche". Es un secuestro mental con consecuencias que van más allá de lo emocional:
-
Parálisis a la hora de tomar decisiones: Pospones elecciones clave (cambiar de trabajo, invertir, viajar) por miedo a equivocarte, y la vida pasa frente a ti.
-
Autosabotaje en tus relaciones: Evitas conflictos necesarios o sobre analizas cada mensaje, dañando vínculos por intentar "controlar lo incontrolable".
-
Agotamiento crónico: Tu cerebro quema energía como si no hubiese un mañana. Cansancio, migrañas y hasta problemas digestivos se vuelven tu nueva normalidad.
Después de una noche como esta, es normal que te sientas agotado, como si no hubiera soluciones reales ni formas diferentes de ver las cosas que puedan ayudarte a calmar tu mente. Si ya es difícil lidiar con estas preocupaciones durante el día, el tiempo que dedicas al descanso puede ser aún peor. No puedes dormir bien porque esos pensamientos intrusivos te roban el sueño, y cuando llega la mañana, te despiertas agotado, irritable y en un estado de alerta constante. Es como si buscaras alcanzar un control absoluto sobre todo, una seguridad que nunca llega. La incertidumbre sobre el futuro te genera una profunda sensación de vulnerabilidad, afectando incluso tu capacidad para tomar decisiones con claridad. Los cambios inesperados de la vida, que son inevitables, te desestabilizan fácilmente. Y detrás de todo esto, muchas veces se esconde una fuerte autoexigencia y una autocrítica implacable.
Es por eso que muchas personas prefieren mantenerse ocupadas todo el tiempo, solo para evitar quedarse a solas con sus pensamientos. Pero aquí está lo complicado, aunque intentes distraerte, la preocupación sigue ahí, latente, robándote el presente y haciendo que pierdas momentos importantes de tu vida.
Imagina que estás en medio de una tarea importante, pero no logras avanzar. Tu mente está atrapada en un torbellino de pensamientos, saltando de una preocupación a otra, sin permitirte enfocarte. O imagina que estás con tus amigos, intentando disfrutar de su compañía, pero no puedes concentrarte en la conversación. Te sientes incómodo, distraído, como si algo pesado te oprimiera el pecho. Al final, decides aislarte o incluso evitar salir de casa para no enfrentar esa incomodidad. El resultado es que pasas el día sintiéndote nervioso, abrumado, bajo una nube de ansiedad que parece paralizarte.
A veces, puede que evites o atrases situaciones por miedo al fracaso o al rechazo, cargando mentalmente con el peso de que tarde o temprano tendrás que enfrentarlas. Quizás intentas tenerlo todo perfectamente organizado y planificado, pero mientras realizas una tarea ya estás pensando en la siguiente. Dedicas demasiado tiempo a ciertas actividades, revisándolas obsesivamente para asegurarte de que todo esté "perfecto". Si algo no sale como esperabas, te sientes decepcionado, enfadado contigo mismo, o incluso como un fracaso total, cuestionando tus propias capacidades. Además, asumes responsabilidades que no te corresponden, como preocuparte por el bienestar de los demás o por lo que otros puedan pensar de ti. Cuando crees que no estás a la altura, te invade la culpa. También das vueltas y más vueltas a comentarios negativos o críticas recibidas, reviviendo situaciones pasadas en las que ya no tienes capacidad de acción, pero que siguen atormentándote. Estos pensamientos repetitivos te mantienen atrapado en un bucle del que parece imposible escapar.
A menudo, los mensajes que recibes de tu entorno tampoco ayudan demasiado, “No le des tanta importancia”, “Todo lo ves muy negro”, “No seas exagerado”. En lugar de sentirte comprendido, estas frases hacen que te sientas juzgado, desconectado o incluso avergonzado. Llega un punto en el que prefieres callar lo que sientes por miedo a molestar o incomodar a los demás con "tus tonterías". Así es como desarrollas la costumbre de disimular y silenciar tus verdaderas emociones.
Si te identificas con lo que has leido hasta este punto, quiero que sepas que no estás solo en este camino. Juntos podemos transformar esta historia y construir una base firme que te permita enfrentar la ansiedad.
Este proceso no trata de soluciones mágicas ni cambios instantáneos. Requiere claridad, pasos firmes y constancia. Por eso, sin extenderme en divagaciones innecesarias, tras una breve introduccion quiero compartir contigo un ejercicio práctico que puedes comenzar a aplicar hoy mismo.
Sobre la ansiedad
Hoy en día, sabemos que los trastornos de ansiedad son los más comunes a nivel mundial, afectando a millones de personas y disparandose a partir del año 2019. Aunque puede que tomes esto como una anecdota estadística lo que muestra realmente es que no estás solo en esta lucha y en consecuencia, no eres un bicho raro.
La ansiedad es más que un simple sentimiento de preocupación, es una fuerte respuesta emocional que surge cuando enfrentamos situaciones percibidas como desafiantes, pero sobre todo amenazantes. Esta reacción está estrechamente vinculada a nuestro instinto de supervivencia, ya que nos alerta sobre posibles peligros. Sin embargo, cuando la ansiedad se vuelve persistente e intensa, puede transformarse en un trastorno que afecta nuestra calidad de vida.
Cuando la preocupación se apodera de nosotros, deja de ser útil y se convierte en un obstáculo que nos bloquea. Empezamos a darle vueltas a todo, anticipándonos a lo peor: "¿Y si me equivoco?", "¿Y si algo malo sucede?". Analizamos cada detalle, tratando de controlar lo incontrolable, pero esto solo alimenta un bucle de ansiedad constante. La incertidumbre del futuro nos genera una sensación de desprotección, afectando nuestra capacidad para tomar decisiones claras y enfrentar los cambios inesperados de la vida.
A continuación te muestro una estrategias prácticas para recuperar el control:
​
-
No luches contra tus pensamientos, acéptalos
Intentar eliminar una preocupación por la fuerza solo la hace más fuerte. En lugar de resistirte, reconoce que está ahí sin darle importancia inmediata. Di algo como: "Gracias, mente, por señalarme esto. Lo revisaré cuando sea el momento adecuado." Este enfoque reduce la carga emocional y te da espacio para decidir cuándo abordarlo. -
Usa la respiración como herramienta para calmarte
Cuando sientas ansiedad, detente. Coloca una mano en el pecho y otra en el abdomen. Inhala profundamente, llevando el aire hacia la base de los pulmones, retén un segundo y exhala lentamente. Repite este ciclo diez veces. Este proceso fisiológico envía señales de calma al cerebro, desactivando la respuesta de "lucha o huida" y ayudándote a recuperar claridad mental. -
Cuestiona tus pensamientos negativos
Convierte el diálogo interno catastrófico en preguntas prácticas: ¿Esto está realmente bajo mi control?,¿Qué tan probable es que ocurra lo peor?, Si sucediera, ¿cómo podría manejarlo?. Escribe las respuestas. Verás que muchos miedos están basados en suposiciones, no en hechos reales. Piensa cómo alguien con serenidad enfrentaría la situación y qué recursos usarías si confiaras en tu capacidad para resolver problemas. -
Establece una "hora de preocupación"
Dedica un tiempo específico del día (por ejemplo, de 17:00 a 17:30) para enfocarte en tus preocupaciones. Fuera de ese horario, cada vez que aparezca un pensamiento intrusivo, recuerda: "No es el momento. Lo revisaré más tarde." Con práctica, entrenarás a tu mente para que la ansiedad no domine tu día. -
Desafía tu necesidad de control con pequeños cambios
La ansiedad suele surgir de la necesidad de control. Comienza con pequeños actos de flexibilidad: toma una ruta diferente, prueba un plato nuevo sin investigarlo antes o delega una tarea sin dar instrucciones detalladas. Estos experimentos demostrarán que la incertidumbre no es peligrosa, sino una oportunidad para crecer. -
Concéntrate en el presente
La ansiedad vive en el futuro; la culpa, en el pasado. Anclarte en el ahora puede reducir ambas. Observa tu entorno: identifica colores, texturas o sonidos. Siente el aire en tu piel o saborea cada bocado durante una comida. Estas prácticas no eliminan los problemas, pero te ayudan a enfrentarlos desde un estado de mayor calma y claridad.
​
Antes de empezar una terapia para la ansiedad, es normal que surjan dudas o preocupaciones, especialmente si nunca has estado en terapia antes. Por ejemplo, podrías estar pensando: "¿Y si no logro expresar realmente lo que siento? ¿Qué pasa si me cuesta conectar con el terapeuta o no entiendo sus técnicas? ¿Es posible que me sienta aún más abrumado al enfrentarme a mis pensamientos y emociones?"
Es comprensible que te preguntes cómo será ese primer paso. Muchas personas se sienten nerviosas o incómodas antes de su primera sesión, porque abrirse emocionalmente puede parecer un desafío grande
Además, podrías preguntarte si la terapia realmente funcionará para ti o si solo estarás "perdiendo el tiempo". Estas dudas son normales, pero también pueden ser una señal de que estás listo para explorar y trabajar en lo que te preocupa.
Recuerda que la terapia no es un proceso inmediato ni mágico; es un espacio seguro donde puedes aprender herramientas prácticas para manejar tu ansiedad. Si sientes que estas preocupaciones te están frenando, tal vez sea útil recordarte a ti mism@ que dar el primer paso ya es un gran avance. ¿Qué opinas?
La próxima vez que la incertidumbre llame a tu puerta, podrás elegir entre dos realidades: seguir siendo su rehén o decirle: "Pasa, pero no te quedes mucho" . Tú decides quién manda en tu cerebro.
¡Juntos podemos lograrlo!
​
Sé que todo lo que hemos explorado puede parecer abrumador, y que ponerlo en práctica no es tan sencillo como leerlo. Transformar la relación contigo mism@, sanar heridas emocionales y reconstruir tu autoestima requiere tiempo, paciencia y apoyo adecuado. Por eso, si en algún momento te sientes atascad@ o ves que avanzar por tu cuenta se vuelve demasiado difícil, quiero recordarte algo importante: ¡No tienes que hacerlo sol@!
​
Si decides dar el siguiente paso en este viaje, estaré aquí para ayudarte. ¡Juntos podemos lograrlo!
Si tienes dudas sobre cómo empezar, te invito a un encuentro previo de 30 minutos, totalmente gratuito. Ya sea por videollamada o teléfono, podremos conocernos, hablar sobre tus necesidades y asegurarnos de que este es el camino adecuado para ti.
IGOR OJINAGA